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El salto de la transformación: cómo sostenerse en tiempos de crisis




El cambio es la única constante


Cuántas veces no hemos escuchado esta frase que, aunque es tan mencionada en distintos contextos y enseñada de muchas formas, sigue siendo una verdad difícil de digerir.


Con la aceleración de la percepción del tiempo, los procesos que vivimos parecen no dar tregua a la postergación. La distracción simplemente ya no cabe. Ahora, aplazar los asuntos pendientes del espíritu sale bastante caro. Se siente como estar en un automóvil que, al ir más rápido, requiere toda la atención de quien conduce, porque la gravedad de estrellarse es inherente a la velocidad a la que avanzamos. En mi caso, me he estrellado ya unas cuantas veces, y bastante fuerte. 


Cuando todo parece venirse abajo


De pronto, se asoman situaciones en mi vida que no vi venir: una pérdida inesperada, un problema que parece surgir “de la nada”, un proceso redundante que pensaba con toda certeza que ya había resuelto y sanado. Me siento en una licuadora de sentimientos, en un revoltijo de bucles incansables de sanación. 

Quizás es en esta sensación de acorralamiento donde las crisis están a la orden del día. Últimamente me pregunto: ¿En qué momento volví a caer en este agujero? ¿Por qué siento que las herramientas de siempre no me están alcanzando o funcionando como antes? ¿Por qué se me juntó todo? ¿Qué hago?


El ruido externo y la confusión


No ayuda que, además de lidiar con todo esto, también tenga que desmenuzar una cantidad absurda de información y herramientas disponibles. Me pregunto también: ¿Debería constelar? ¿Ir a  terapia? ¿Atender mi alimentación? ¿Tomar una medicina ancestral? ¿Leerme la carta astral o el tarot? (¡¿Otra vez?!). 

Me siento tan lleno de ideas, creencias y herramientas que se vuelve todo un reto discernir lo que escucho y a quién escucho. Es una marea constante y avasalladora de ruido externo que sopla el fuego de mi diálogo interno descontrolado. 


Si bien no tengo una respuesta definitiva, he empezado a rascar la superficie con ciertas conclusiones:


  1. Hay que moverse

No importa lo que esté pasando en mi vida, si no lo estoy disfrutando, es necesario tomar decisiones que generen movimiento y trascender el miedo a que no sean correctas. De otra manera, no se puede corregir nada, porque sin movimiento no hay sendero que caminar.

  1. El objetivo es la paz y el bienestar

Cuando reflexiono lo que realmente quiero, siempre llego a la conclusión de que mi objetivo es el bienestar y la paz. Esa es mi brújula definitiva para poder filtrar toda la información que llega a mí. Me pregunto: ¿se siente bien? Así permito que mi voz interna hable cada vez más fuerte y me guíe con presencia y verdad.

  1. La confianza es clave

Estoy en un momento de dar otro salto de fe, quizás más grande que nunca. Ya lo he hecho antes, pero el acantilado del “Loco” parece haber ganado una altura retadora que da vértigo. Aún así, he de hacer el ejercicio de confiar en el Espíritu y saber que remontaré el vuelo, sostenido por la intención que eché a andar.

  1. Revisión inflexible de mi vida

No puedo suponer que el trabajo está hecho. Si algunas piezas no encajan en mi realidad actual, simplemente no van ahí. Tengo que reconocer que si algo está mal puesto, hay que cambiarlo de lugar. Para eso, viene bien una revisión completa de todo lo básico: mi alimentación, mi relación con la abundancia, el trabajo, la familia, los amigos, etc. Todo debe ser supervisado con lupa para acomodar los detalles.

  1. El camino en tribu nos da fuerza

Compartir el camino en Tribu –ya sea con la familia, amigos cercanos o grupos y círculos espirituales– me ha ayudado inmensamente a sostenerme en los momentos de turbulencia. Especialmente porque, al ver mis propios procesos reflejados en los de los demás, la medicina del darse cuenta se multiplica (sana uno, sanan todos). Por eso, es vital seguir procurando estos espacios y momentos de conexión colectiva.


El salto al vuelo


Parece que estamos en una maestría absoluta de nuestra experiencia en la Tierra, aprendiendo a navegar el contraste de la vida diaria. Cada reto aceptado trae evolución. No hay prisa ni juicio, solo una entrega honesta para reconocer en dónde estamos y cuál es el siguiente paso. Y quizás, justo ahí, entre el vértigo y la incertidumbre de saltar, descubramos que sí podemos volar.


Eduardo RG

 
 
 

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